Por Felo
Foto: Cortesía del entrevistado
Alberto Guerra Naranjo. Ciudad de La Habana. 1963.
Licenciado en Historia y Ciencias Sociales. Ha obtenido los premios Luis
Rogelio Nogueras, en 1992, el segundo premio del concurso de cuentos de amor de
Las Tunas en 1996; y La Gaceta de Cuba en 1997 y 1999. Cuentos suyos han
aparecido en Revistas y publicaciones nacionales y extranjeras. Publicó entre
otros, la colección de cuentos, La Blasfemia del escriba y la
novela La soledad del tiempo.
Felo/ Se
dice que la narrativa del siglo XXI comienza en los años 80 o 90 del XX. ¿Cuál
es su parecer sobre eso y cómo explicaría semejante fenómeno?
Alberto/ Hay
varias maneras de responder esta pregunta y voy a optar por una muy
personal. A mi juicio, la Literatura con mayúsculas no resiste el análisis
histórico lógico con que siempre se ha pretendido valorarla, por lo que
sería mejor contar también mejor con una respuesta que aclare que la gran
literatura carece de tiempo y espacio cuando realmente es eficaz. Hace unos
días terminé la relectura de El otoño del patriarca de García Márquez, novela
escrita y publicada a finales de los sesenta y principios de los setenta,
fechas que no aportan ni restan un ápice su calidad, efectividad y
permanencia, por lo que enjuiciar el hecho literario por espacios históricos
cuando de ficciones efectivas se trate no garantiza mucho como maneras de
aclararnos algo. La literatura con mayúsculas carece de edades, porque lo
importante, a mi juicio, es preguntarnos cómo es posible que Homero, Cervantes,
Shakespeare, Carpentier o el Gabo, parecen pertenecer mejor al siglo XXI que
los propios actuantes de ahora mismito.
Alberto/ Es un craso error que favorece a los escritores acomodados que optan por
extender su obra a través de malsanas influencias en los corrillos literarios.
Como saben que la crítica los dejará en paz y que nunca señalará sus
debilidades, estos oportunistas del universo literario se preocupan más por
ganar a cualquier precio el concurso de marras y llaman por
teléfono al jurado, o aprovechan los puestos públicos favorables en el área de
la cultura, recibir aplausos y cobrar los honorarios, viajan al exterior sin
importarle un ápice su condición de pésimos escribas y así hasta la próxima
vez. Pocas veces he visto entre nosotros por parte de la crítica que se haya
cuestionado un cuento, un poema o un libro que haya sido premiado y que
no ofrezca calidad estética, rigor.
Felo/ La
evolución es tan necesaria en narrativa, claro, como en cualquier otra de las esferas
de la vida; sin embargo, ¿podría justificarse una experimentación total y
constante que llegue incluso, en ocasiones, a afectar la comunicación
autor-lector solo por esa necesidad evolutiva? ¿No constituye ya
cualquier obra narrativa, en primerísimo lugar, un texto netamente
comunicativo?
Alberto/ Esta
pregunta tiene estrecha relación con la primera. La evolución no existe en arte
tal y como la vemos en el desarrollo humano. Al fin y al cabo los mismos
preceptos metafísicos del romano o del egipcio de otros tiempos prevalecen en
el humano de hoy. Todavía se odia, se lucha por la felicidad, se mata, se ama,
pero en el caso del artista de lo que se trata no es de superar a aquellos
artistas que reflejaron su tiempo, sino de hacer su arte tan efectivo
como el de esos otros, garantizando efectividad y eficacia en la obra, que no
es lo mismo que evolucionar en el sentido estrecho del término. Repito, García
Márquez continúa siendo mejor escritor que muchos jóvenes activos de hoy, y
Homero también. El alcance de la comunicación, a mi juicio, depende de los
presupuestos personales del autor y de sus propias fuerzas para lograrlo. Si
escribe bajo resonancias difíciles y está consciente, es de su absoluta
responsabilidad no poseer millones de lectores, pero si lo que persigue es esto
último y lo logra propiciando una alta calidad en su obra, es un triunfador
neto, porque se propuso un objetivo y porque otros parámetros extra literarios
le fueron propicios también.
Alberto/ Nuestra
narrativa actual tiene buenos , regulares y pésimos escritores, como en todas
partes y como en todos los tiempos. Al público lector solo les toca
descubrirlos y a la crítica estimularlos en la búsqueda. Todo lo demás es
pereza del lector o su derecho a opinar de esta manera, pero reitero que los
escritores, los buenos escritores de este planeta no tienen edad, ni geografías
ni idiomas específicos si de veras son buenos, y siempre tendrán público.
Felo/ ¿Actualmente
se escribe aún para lectores, o simplemente para escritores y críticos que nos
puedan aplaudir desde un estrecho círculo casi cerrado y hasta elitista? ¿Se
trata de decir cosas o sólo de mostrar un talento de más o menos relativa importancia?
Alberto/
Ojalá sea una buena novela a muchas manos. Si logramos eso, al menos tendríamos
una más después de las publicadas por genios como Alejo Carpentier.
Felo/ Al parecer,
para algunos autores, la llamada aventura del lenguaje puede llegar a
constituirse en el elemento fundamental de su obra, restando importancia a la
anécdota, el argumento, la estructura, y otros tantos elementos o recursos ya
“viejos y gastados”. ¿Qué opina?
Alberto/ En la escritura de ficciones todo vale dentro de la página en blanco. Si
se descuida uno de los elementos se fracasa de plano. Escribir ficciones es
arte que nunca sabremos el peso que tiene, pero quien logra imantar a los lectores
con el peso de su obra, solo con el peso y no con trampitas de mago menor
garantiza estatuas y resulta venerado aunque al principio le sea dificil
imponer su discurso. Mire usted a Fiador D., mire a León T., mire a Frank K.
No hay comentarios:
Publicar un comentario