Sí, Aquí estamos
Una Acción Básica lo recorre todo con el archiconocido triángulo amoroso donde esta vez Pedro es la presa codiciada, mientras Susana y Estrella luchan por él; luego, un grupo de otras acciones: Shidalta-Cecilia, Yoyi-Mariana, Raquelita-Haydée…, se van a subordinar a la primera para trenzarse en apretado punto.El problema está en quién se queda con “el muchacho”, cómo los demás van a arreglar su vida, y se acabó la novela.
Pero no es tan fácil: ¿Quiénes son toda esta gente? ¿Dónde viven? ¿Cómo se relacionan entre sí? ¿Cuáles son sus problemas…? y el número de interrogantes a responder puede llegar al infinito.
En Aquí estamos, son un grupo de jóvenes y sus familias que viven en Cuba, ahora mismo, se relacionan a través de un colectivo de aficionados al teatro y sus problemas…, bueno, sus problemas son tantos como los de cualquiera.
Personajes perfectos, sin conflictos ni necesidades o errores, serían demasiado lineales, predecibles y aburridos, por suerte, en nuestra sociedad abundan poco. Chicos como los presentados en la novela, existen y, nos guste o no, están aquí, con nosotros, nuestro deber entonces es reconocerlo sencillamente y me parece correcto asumirlos. La manera de hablar de los personajes, solo refleja o nos muestra cómo lo hacen ellos en la realidad.
Las actuaciones, salvo leves imprecisiones y alguna que otra por debajo de la media, me parecieron muy buenas: qué decir de Shidalta, Paula, Cecilia y Adonis; de los siempre irrepetibles Alina, Faustino –muy grande en su interpretación del ex recluso–, María Teresa Pina y Enrique Molina; Enriquito Bueno, de probado talento, logra demostrar cómo se hacen las cosas, en escenas frente a Denis que tampoco perdió espacio, y “la flaca” Liset, magnífica. El colectivo en general muy digno.
Los personajes muertos con sus visitas a la abuela, me parecen una solución inteligente para evitar reiteradas escenas retrospectivas o interminables, y los necesarios monólogos de Luz.
El tratamiento de la bisexualidad, muy respetuoso, mostró también otra arista real, la heterofobia de Haydée, y solo me parece que falla en la escena de Adonis y Raquelita; no es creíble que alguien, en el comienzo, cuando “todo parece color de rosas”, suelte esa “descarga fula”, como diría Paula, se vio como un parche colocado a la fuerza que bien pudo resolverse con la muchacha hablando a un confidente, la madre de ella por ejemplo.
La Acción Básica de que hablaba al comienzo, se me pierde durante mucho tiempo –todo el que Susana estuvo en España– y aunque ella regresa dispuesta a recuperar lo suyo a cualquier precio, el conflicto no se muestra real y pierde fuerza. El público no se identifica con el personaje.
El clímax y la solución trágica de Carlos, muy a pesar de que el personaje lleva en sí implícita la tragedia (no logra salir del círculo vicioso en el que lo coloca su condición de ex recluso), a un amigo le recuerda a Andoba, y bien pudo evitarse. Tampoco estoy de acuerdo con lo dicho por Rafael Cheito González, uno de los directores, cuando plantea que es imposible adecuar, en el trabajo de edición, el final de los capítulos de acuerdo con el guión original. Es algo que conspira grandemente con la dramaturgia de la historia y el resultado del producto, junto a los vicios como dejar todas las soluciones para el capítulo final.
La Quijotización de Denis, perdón, la escena en que se invierten las maneras de pensar entre él y Pedro, me parece que funciona aunque algunos queden defraudados por la actitud casi oportunista de Pedro (ahora Susana tiene dinero), y para nada consecuente con su caracterización anterior.
De cualquier manera, felicidades a todo el que tuvo algo que ver con la entrega; que vengan otras, y Aquí estamos.
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