Entrevista al doctor Emmanuel Tornés Reyes
Félix
García Acosta (Felo)
Foto de Mario Martínez (aparece el autor de este texto (Felo) y el entrevistado)
El doctor Emmanuel Tornés Reyes, profesor universitario,
investigador y crítico; especialista en literatura hispanoamericana, es autor,
entre otros títulos, de ¿Qué es el postboom?, Contar es un placer –cuentos de
autores hispanoamericanos- y, Entre los poros y las estrellas –también una
antología, esta vez, de autores cubanos contemporáneos-. Emmanuel es miembro de
la UNEAC y del
Ateneo de Teoría y crítica Literaria de ICL.
“Sin
tomar este criterio como algo oficial, como una normativa –trata de verlo más
bien como una opinión personal–, pienso que para nosotros el siglo veinte
culminó literariamente a finales de los años ochenta. Hasta el cierre de ese
decenio nuestra ficción -tanto la novela
como el cuento- lucía con sobriedad los tonos insulares de una estética posmoderna
mientras en lo interno presentaban un pensamiento utopista, y valga la redundancia,
bastante idealizado, lo que nos mantenía con una visión moderna tradicional,
algo que se prolongaba desde los lejanos años sesenta.
“A
pesar de eso, con los acontecimientos de los noventa, por todos conocidos, la
literatura de ficción se hace eco de inmediato de la nueva perspectiva y de la
realidad cotidiana que la crisis trajo aparejada; los rasgos estilísticos que
ya venían mostrándose a finales de los ochenta enriquecieron sobremanera el
espectro temático Habiendo vivido todas estas décadas y leído sucesivamente la
narrativa de cada período, he podido llegar a la conclusión de que, salvando
las diferencias entre unas etapas y otras, nunca como a partir de la década del
noventa se experimentó con sentido tan hondo, tan ríspido, tan duro, nuestra
existencia y, en consecuencia, hubo una transformación tan tajante de la novela
y el cuento. Aparece, entonces, una nueva formulación del quehacer narrativo, o
al menos se avizoran elementos que ya sobrepasan el lapso posmoderno.
“La
inclinación por ciertos críticos de analizar o estudiar los procesos y grupos
literarios siguiendo un principio temático no es nuevo, siempre ha habido
quienes piensan que de ese modo se conoce mejor algo tan complejo. De igual
modo ha existido su contrario, definirlo a partir de sus experimentalismos
formales. En mi opinión ambas posiciones, aunque respetables, son parciales y,
por tanto, algo reductoras. La obra literaria se debe estudiar como un todo
aunque metodológicamente tengamos que parcelarla para descifrar sus
peculiaridades internas.
“Con
los fenómenos literarios ocurre algo parecido, acudimos a sus componentes
internos para ver luego qué los distingue como hecho de época. Y en ambos casos
viéndolos también en sus nexos con los imaginarios de su tiempo, con las
circunstancias históricas que lo rodean.
“Repito,
si bien usted puede de modo parcial referirse a alguno de los extremos comentados
e incluso considerar a partir de las nuevas teorías de la complejidad que la
parte es capaz de visualizar el todo, lo aconsejable es recordar que la obra
literaria representa una construcción artística temporal (y paradójicamente
intemporal cuando alcanza niveles de excelencias) en la que se dan cita de
manera armónica e indisoluble un conjunto de elementos que hacen de ella un
objeto estético y comunicacional sui
generis, una unidad artística con sus leyes propias, un producto de la
subjetividad. Claro, a veces es más cómodo referirnos a las cosas que dicen las
obras soslayando cómo lo dicen, olvidando, como alguien dijera, que el mensaje
es la forma y la forma el mensaje.
“Como
cualquier otra esfera del saber, la literatura está en permanente búsqueda,
pobre del autor que ante cada novela o cuento (o poema u obra teatral) no se
plantee nuevos retos y desafíos superiores. Nadie cuestiona que un químico, un
físico o un matemático estén de continuo experimentando; la ficción como ejercicio
del saber no es diferente en ese sentido, ella necesita ampliar sus horizontes,
buscar nuevos caminos de acceso a lo conocido desconocido, a lo presente no
visto, a lo oculto bajo las máscaras de la cotidianidad.
“Otro
problema es el del autor que se crea –como pasó con los epígonos del Boom o los
del Posboom– que para ser un escritor moderno o posmoderno debe añadir esto,
esto otro y lo de más allá, para lograr un texto ficcional de tal o más cual
rumbo estético. Algunos se lo creen y hacen eso. Grave error. Claro, la
situación se les facilita cuando otras personas, quienes deben definir en las
editoriales la calidad de las obras, quienes deben seleccionarlas para su
publicación, no cuentan con una sólida preparación cultural (incluida la
actualización teórica de los caminos de las letras), ni una vasta experiencia
de lecturas, ni la suficiente sensibilidad y ojo crítico para hacer propuestas
de relevancia. Entonces si estas condiciones no están presentes, los
seleccionadores se encandilan con cualquier texto que haga dos críticas
desenfadadas, trabaje con el espacio de lo gay, del jineterismo, o desborde las
páginas de metadiscursos, intertextualidades gratuitas y un largo etcétera que
en fecha no lejana sólo servirán de materia prima para hacer papel.
“Y que
esos textos los encontramos en todos los sitios, es verdad. Quiero decir con
esto que el problema de la comunicación textual deviene compleja pues obedece a
muchos mecanismos. Lo que debe interesar a un autor es que su obra alcance la
mayor calidad posible y al lector superarse cada vez más. Una obra mientras más
compleja sea más niveles de lecturas y más conocimiento proporcionará. Pero ser
compleja no significa ser críptica. Incluso la complejidad casi siempre está
soterrada. Las mejores obras del Posboom, por ejemplo, permiten que la mayoría
de los lectores accedan a ellas, puedan leerlas con agrado por la filosofía
estética que manejan, por su búsqueda de la narratividad. Sin embargo, sólo los
lectores mejor preparados consiguen llegar a los niveles más ocultos albergados
en sus amenas historias.
“Por
muchas razones. Unos porque siguen apegados a patrones estéticos de los años sesenta
(incluso anteriores) y quieren seguir viendo la reproducción de aquellos
patrones ideológicos y formales. Otros porque carecen de suficiente
información, están des actualizados en relación con las modalidades
contemporáneas de expresarse la literatura y, por consiguiente, no ven en esas
ficciones los ángulos secretos donde se cifran sus autenticidades estéticas y conceptuales.
Otros porque se resisten a los cambios.
“No
faltan los que consideran a los medios una plataforma cultural “inferior” y
cuando ven a un cuento o novela apropiarse de las estrategias mediáticas, les
parece que estos han hecho una herejía, que se han degradado. Y, por supuesto,
porque hay también autores descuidados, de ínfimos recursos que solo logran
producir páginas como al papel carbón, algo parecido a los cultores más pobres
de ciertos géneros musicales de nuestro tiempo (la salsa, el reguetón). Ahora
bien, el intercambio acaecido entre Posboom y los medios fue algo
importantísimo, constituyó una de las soluciones más sabias de la narrativa de
ese período. Falta aún por estudiar bien hasta qué punto sus novelas y cuentos
lograron rescatar para la buena lectura los inmensos espacios que los productos
banales de los medios le habían arrebatado a la literatura cuando los epígonos
del Boom empezaron deformar los logros de los novelistas de los años sesenta.
“Un
narrador escribe supuestamente para sí mismo y para todos los lectores que
quieran acceder a su universo estético. Sé a lo que te refieres, a aquellos
autores que viven para el simple regodeo del amigo escritor, del crítico o del
jurado. Tienen su derecho a hacerlo, pero los lectores en mayor cuantía verán
si esa novela o libro de cuentos funciona, si resulta un mero artificio o si
llega a ser una obra de arte vital. La literatura es un misterio, a veces obras
que fueron escritas para “regodearse” terminaron siendo títulos muy leídos por
muchos lectores. Claro, todo dependerá de si el texto es hecho con calidad o
sólo con afeites, si escrito por un creador o un falsificador. Por tanto, lo importante
es saber discernir si estamos ante una construcción imaginativa de reales
valores estéticos y humanos. “En el fomento de esa capacidad de apreciación
desempeñan un papel decisivo los críticos, los profesores universitarios, los
especialistas literarios, los estudiosos de la literatura y junto con ellos los
medios. Por eso siempre he creído que la escasa crítica literaria en las
revistas y periódicos de grandes tiradas es fatal y también la dudosa calidad
de algunos que ejercen la labor crítica. Hacen falta espacios, columnas fijas
en la prensa de crítica literaria, hacer periódicos de un buen número de
páginas para que diariamente o al menos tres veces a la semana aparezcan
comentarios críticos de personas con talento e informados sobre novelas, libros
de cuentos o poemarios. Por ejemplo, todos los periódicos debieran tener los
domingos un espacio fijo de comentario literario, de comentario de novedades
literarias. Si esto es deficitario, el gusto estético se va extraviando porque
no halla suficientes asideros de orientación.
Ante
la pregunta de si en Cuba se escribía una sola novela a muchas manos, expresó:
“Mira, no me parece que ese criterio sea
justo, aunque pueda existir un cierto segmento de la producción literaria
merecedora de ese juicio, tal y como también lo hacemos con respecto a determinada
música repetitiva, de pobre realización, hecha por algunos compositores y
músicos que no se inquietan tanto por eso que llamamos calidad, así vino sucediendo
con no pocas agrupaciones de música salsa y en la actualidad de reguetón. El
problema estriba en que un proceso literario no escapa a diferencias
cualitativas, tampoco lo logra siempre un escritor. En una literatura conviven,
por lo general, textos de excelencia, textos buenos, textos regulares y textos
malos, no porque nadie lo disponga así; quisiéramos que las obras fueran
siempre de primer orden, pero ello es imposible porque el ser humano no es una
máquina.
“Aquí me parece aplicable parte de lo que
decía en la pregunta anterior: la presencia cotidiana de una crítica
especializada, competente junto a los rigurosos procesos de la enseñanza y la
estructura cultural a lo largo y ancho del país. Sólo así podremos disminuir
esa supuesta visión única de la narrativa. Yo sostengo que nuestra ficción es
una de las más sólidas de la región, no la única, pero sí está entre las de
mayor relieve continental cualitativamente hablando. Incluso a pesar de esas
muestras de pereza estética consubstanciales a cualquier literatura.
“Bueno,
ojalá la aventura que refieres fuera para bien, en el sentido de alcanzar
estadios superiores del idioma; porque por ahí se ven textos que no sabemos a
ciencia cierta si lo que mascullan corresponde a nuestro dúctil y hermoso
idioma. Cada autor potencia en una obra –a veces de manera inconsciente– un
aspecto específico de su composición, pero sin olvidarse de los demás elementos
porque de suceder así la lectura se resiente y la novela o el cuento dejan de
funcionar con eficiencia estética y cognitiva. Recordemos lo ocurrido con el
“nouveau roman” francés. En los años sesenta Lezama Lima privilegió la aventura
del lenguaje en Paradiso, pero sin olvidar los otros componentes de su novela.
Por lo común ese fue un lapso en que el lenguaje cobró alientos poéticos inusitados.
El crítico chileno Fernando Alegría solía decir que el lenguaje era el
personaje más importante del Boom.
“Pero
ninguno de los autores del Boom soslayó los otros ingredientes. Privilegiar
solo un aspecto con desmedro de lo demás, ocasiona serios trastornos al texto.
Lo he podido observar en los concursos literarios en los cuales he sido jurado.
Ha habido cuadernos de cuentos, por ejemplo, con un elevado manejo del lenguaje
que me han entusiasmado, pero han olvidado el funcionamiento de la historia, o
el tratamiento de los personajes u otras aristas del relato. Entonces no ha
quedado más remedio que desestimarlos porque han roto el imprescindible
equilibro de la obra. La novela y el cuento trabajan con el idioma y deben
utilizarlo con la mayor gracia, pero sin olvidar que ese es el medio para
lograr todo lo demás, aquello que hace a una y a otro una novela o un cuento”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario